CALIDAD DE VIDA EN LA CIUDAD, HOY Y MAÑANA.
Es común en las películas de ciencia ficción ver a las ciudades del futuro sumidas en contaminación, enfermedad y basura. Generalmente la población con mayores recursos vive en plataformas espaciales rodeada de espacios verdes, iluminados y amplios; mirando desde su vida saludable a un planeta Tierra lejano, poluto y desconocido. Si bien esta realidad virtual es desproporcionada en cuanto a la forma, su fundamento tiene bases sólidas en cómo se desenvuelve nuestra vida urbana en el presente, derivando en nuestra percepción de cómo vivimos la ciudad.
El 82% de población que habita en las ciudades latinoamericanas relaciona su calidad de vida al ingreso, al acceso a un trabajo estable, y en alguna medida a esos detalles cotidianos que facilitan o limitan nuestro desempeño. La mayor o menor duración en el recorrido a lugares de trabajo o estudio, la posibilidad de tener momentos de esparcimiento, el acceso a alimentos frescos y limpios, la oportunidad de participar de nuestra comunidad, la capacidad de hacer evidentes nuestras opiniones; son elementos de nuestro cotidiano que influyen en nuestra visión de ciudad, así como Annie Dillard dice “How we spend our days is how we spend our lives” (sic) (“Como pasamos nuestros días es como pasamos nuestras vidas”). Si bien son subjetivos a la hora de evaluar nuestra calidad de vida en la ciudad contemporánea, también nos llevan a la discusión si cómo medimos hoy día la calidad de vida es suficiente para reflejar el sentir del urbanita. De una observación crítica al respecto se pensaría que no, que la batería de indicadores disponibles se queda limitada para cubrir todos los factores que inciden y que caracterizan el atributo de “calidad” actualmente.
En este sentido propondría dirigir la mirada a la escala más micro posible, al barrio, a ese conjunto de casas, edificios, tiendas, calles y veredas por donde día a día personas, animales, bicicletas y autos se desplazan. En el barrio un agregado de calidad de vida básica corresponde a evaluaciones de la vida cotidiana, por ejemplo: la calle está limpia (% de desechos, índice de desempeño de empresas públicas de aseo); en las noches no suenan alarmas sin respuesta (índice de valoración de ruido); las veredas tienen un jardín o un huerto (índice de accesibilidad a áreas verdes, No. de huertos comunitarios); los autos conviven con bicicletas y peatones (tasa de movilidad, No. de estacionamientos de bicicleta, tasa de señalética); existe frecuencia de transporte público (índice de frecuencia); hay ferias o kioskos con alimentos frescos y limpios (índice de precios de alimentos, No. de kioskos registrados, índice de inocuidad alimentaria, índice de consumo de frutas y vegetales, índice de obesidad), la comunidad se reconoce y cuenta con espacios para compartir y planificar su espacio común. Sin embargo, vuelvo y me pregunto, son estos indicadores suficientes?. O será necesario dirigir nuestra observación a aquellas dinámicas de vida colectiva fuera de los canales convencionales?.
Hoy en día, cuando buscamos generar espacios de participación, donde constantemente recibimos mensajes que nos invitan a expresarnos, a consumir, a viajar, a usar los servicios públicos, donde se nos convoca a “vivir en comunidad”, es en esa realidad donde considero se manifiesta la calidad de vida en el presente, y que la determinará en el futuro. Promover la calidad de vida en el barrio, debería constituirse en lema de campañas, en pauta académica, en línea de política; sin embargo para los puristas puede significar entrar en pequeñeces, en escalas diminutas donde planificar será un caos. No obstante, en el día a día, el individuo /sujeto del colectivo se desgasta y nadie atiende su llamado.
Esta claro que la idea expresada arriba forma parte de un desahogo utópico, de una búsqueda por acciones concentradas y específicas, más allá del promedio general, del dato universal, de la encuesta sectorial. El individuo sale a las calles a protestar por su cotidiano, que resulta ser un clamor colectivo, expresando su agotamiento por los estándares y la homogeneidad. La propuesta de una mirada a lo micro va acompañada de una planificación participativa y territorial, apegada a metodologías de urbanismo táctico, a evaluaciones de percepción. Por qué ese temor por lo subjetivo?. Hoy más que nunca necesitamos entender lo local para formular la política de lo público, y eso pasa por reformular los criterios de calidad de vida, e integrarlos a observaciones de lo individual, lo familiar, lo comunitario y lo colectivo.
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