martes, 3 de diciembre de 2013

Ensayo de Sara Granados

Esta contribución de Sara Granados forma parte de la discusión en línea de Wikiprogress América Latina (http://bit.ly/1gR9ojk) "Calidad de Vida Urbana"

CALIDAD DE VIDA EN LA CIUDAD, HOY Y MAÑANA.


Es común en las películas de ciencia ficción ver a las ciudades del futuro sumidas en contaminación, enfermedad y basura. Generalmente la población con mayores recursos vive en plataformas espaciales rodeada de espacios verdes, iluminados y amplios; mirando desde su vida saludable a un planeta Tierra lejano, poluto y desconocido. Si bien esta realidad virtual es desproporcionada en cuanto a la forma, su fundamento tiene bases sólidas en cómo se desenvuelve nuestra vida urbana en el presente, derivando en nuestra percepción de cómo vivimos la ciudad. 
El 82% de población que habita en las ciudades latinoamericanas relaciona su calidad de vida al ingreso, al acceso a un trabajo estable, y en alguna medida a esos detalles cotidianos que facilitan o limitan nuestro desempeño. La mayor o menor duración en el recorrido a lugares de trabajo o estudio, la posibilidad de tener momentos de esparcimiento, el acceso a alimentos frescos y limpios, la oportunidad de participar de nuestra comunidad, la capacidad de hacer evidentes nuestras opiniones; son elementos de nuestro cotidiano que influyen en nuestra visión de ciudad, así como Annie Dillard dice “How we spend our days is how we spend our lives” (sic) (“Como pasamos nuestros días es como pasamos nuestras vidas”). Si bien son subjetivos a la hora de evaluar nuestra calidad de vida en la ciudad contemporánea, también nos llevan a la discusión si cómo medimos hoy día la calidad de vida es suficiente para reflejar el sentir del urbanita. De una observación crítica al respecto se pensaría que no, que la batería de indicadores disponibles se queda limitada para cubrir todos los factores que inciden y que caracterizan el atributo de “calidad” actualmente. 
En este sentido propondría dirigir la mirada a la escala más micro posible, al barrio, a ese conjunto de casas, edificios, tiendas, calles y veredas por donde día a día personas, animales, bicicletas y autos se desplazan. En el barrio un agregado de calidad de vida básica corresponde a evaluaciones de la vida cotidiana, por ejemplo: la calle está limpia (% de desechos, índice de desempeño de empresas públicas de aseo); en las noches no suenan alarmas sin respuesta (índice de valoración de ruido); las veredas tienen un jardín o un huerto (índice de accesibilidad a áreas verdes, No. de huertos comunitarios); los autos conviven con bicicletas y peatones (tasa de movilidad, No. de estacionamientos de bicicleta, tasa de señalética); existe frecuencia de transporte público (índice de frecuencia); hay ferias o kioskos con alimentos frescos y limpios (índice de precios de alimentos, No. de kioskos registrados, índice de inocuidad alimentaria, índice de consumo de frutas y vegetales, índice de obesidad), la comunidad se reconoce y cuenta con espacios para compartir y planificar su espacio común. Sin embargo, vuelvo y me pregunto, son estos indicadores suficientes?. O será necesario dirigir nuestra observación a aquellas dinámicas de vida colectiva fuera de los canales convencionales?. 
Hoy en día, cuando buscamos generar espacios de participación, donde constantemente recibimos mensajes que nos invitan a expresarnos, a consumir, a viajar, a usar los servicios públicos, donde se nos convoca a “vivir en comunidad”, es en esa realidad donde considero se manifiesta la calidad de vida en el presente, y que la determinará en el futuro. Promover la calidad de vida en el barrio, debería constituirse en lema de campañas, en pauta académica, en línea de política; sin embargo para los puristas puede significar entrar en pequeñeces, en escalas diminutas donde planificar será un caos. No obstante, en el día a día, el individuo /sujeto del colectivo se desgasta y nadie atiende su llamado. 
Esta claro que la idea expresada arriba forma parte de un desahogo utópico, de una búsqueda por acciones concentradas y específicas, más allá del promedio general, del dato universal, de la encuesta sectorial. El individuo sale a las calles a protestar por su cotidiano, que resulta ser un clamor colectivo, expresando su agotamiento por los estándares y la homogeneidad. La propuesta de una mirada a lo micro va acompañada de una planificación participativa y territorial, apegada a metodologías de urbanismo táctico, a evaluaciones de percepción. Por qué ese temor por lo subjetivo?. Hoy más que nunca necesitamos entender lo local para formular la política de lo público, y eso pasa por reformular los criterios de calidad de vida, e integrarlos a observaciones de lo individual, lo familiar, lo comunitario y lo colectivo. 

Te invitamos a dejar tu comentario en la sección “Contribuye” de la página del debate. 
Para participar haz click aquí.
Aquí está el vínculo: http://bit.ly/1gR9ojk y los hashtags utilizados en Twitter son #CalidadDeVida y #Bienestar

Sara Granados
sara.granados@fao.org

viernes, 29 de noviembre de 2013

10 temas de agenda urbana para la Ciudad de México

Esta contribución de Ethos Laboratorio forma parte de la Discusión en Línea #CalidadDeVida Urbana.

10 temas de agenda urbana para la Ciudad de México


Los gobiernos tienden a pensar la ciudad en términos de infraestructura; sin embargo, hablar de ciudad es más bien hablar de su gente. Las ciudades son una concentración densa de capital humano, y su genio, auge y declive se fundan en su gente.
En los últimos 20 años, las ciudades en el mundo se han extendido de manera tal que el enfoque tradicional del urbanismo ya no es capaz de abordar la complejidad de estos espacios. Actualmente habitan en ciudades 3,6 mil millones de personas y se espera que para el 2030, el 60% de la población mundial viva en zonas urbanas.
Frente a este crecimiento exponencial, en México y América Latina, como en otros lugares emergentes del mundo, las ciudades se han expandido de manera descontrolada, incrementando y fomentando desigualdades, cuando deberían ser focos de desarrollo e innovación. Por esto, en Ethos hemos seleccionado una lista de 10 temas relevantes para la agenda de desarrollo urbano, para convertir en la ciudades en centros de oportunidades e integración para su gente.


1. Ciudades compartidas entre peatones, ciclistas, transporte público y… también automovilistas


La ciudad no es sólo para los automovilistas; debe ser fácilmente transitable para todos sus habitantes de la manera que elijan: a pie, en bicicleta, o por transporte público. El diseño urbano debe incorporar a todos los habitantes de la ciudad a través de “calles completas”: vías accesibles, seguras y agradables tanto para el peatón y ciclista, como para el usuario de transporte público y automovilista. Es decir, todo lo contrario a la moda capitalina de los segundos pisos.
El concepto de compartir, ideal para aplicar en un mundo urbano con muchas interacciones sociales, debe ir más allá del diseño de calles y transporte. Ahora compartimos mucho más que espacios físicos públicos, como parques y el metro, o centros comerciales. En la Ciudad de México se comparten bicicletas públicas, y en el mundo hasta automóviles, jardines urbanos y cooperativas de comercialización de productos locales. Estas redes de personas, formadas por conocidos y desconocidos de edades y antecedentes distintos, pueden fomentar la confianza y las interrelaciones para lograr un impacto positivo en sus comunidades.
Así, desde las calles transitables por todos, hasta los mercados comunitarios, los espacios compartidos enriquecen las ciudades e impulsan su capital social, determinando su potencial para un futuro de éxito.


2. Una esperanza en la pobreza urbana


El sueño de una vida mejor en la ciudad aún está muy anclado en la mente de los más pobres, especialmente aquellos que viven en áreas rurales. Las ciudades dinámicas no atraen sólo talento, también atraen los más desfavorecidos quienes están en busca de mejores oportunidades. Y estos tienen razón en irse a las ciudades; los campos se estancan, mientras las ciudades están boyantes y dinámicas, llenas de oportunidades para una gran variedad de labores.
México tiene el triste récord del barrio marginal más grande del mundo, el infame Neza-Chalco-Itza. En general, la Ciudad de México es un imán para miles de personas que todos los días se asientan en su periferia. Y aunque vienen por oportunidades, algunas políticas públicas mantienen a la mayoría de ellos aislados del centro económico y cultural de la ciudad. Los que trabajan ahí enfrentan viajes costosos, pesados y continuamente peligrosos. El gobierno federal de México empeoró la pobreza urbana de las afueras del DF, construyendo casas sin planos de urbanización, lejos de centros de trabajo, escuelas y transporte público, marginando aún más a las poblaciones vulnerables.
Sin embargo, esta temible pobreza urbana puede ser un indicador esperanzador dado que los pobladores de asentamientos informales tienen más oportunidades ahí que en espacios rurales. La clave para salir adelante reside en el acceso a transporte y servicios públicos, así como en la integración de estas comunidades marginales a la ciudades, en lugar de alejarlas de ellas.


3. La nefasta dispersión urbana



Todavía está de moda el sueño americano (también mexicano y latinoamericano) de tener una casa grande, con dos o más carros en los estacionamientos privados, y abundantes áreas verdes colindantes. El origen viene de Levittown, el suburbio símbolo americano de producción en serie de viviendas, popular desde finales de los 40s, y sus populares McMansions casas que aluden a la cadena de comida rápida, por su estandarización y efecto negativo en la salud, dado que generan una alta dependencia del carro. Todo esto contribuye a más tráfico y contaminación. Así, una colonia que parece muy verde y ecológica, como Lomas de Chapultepec, termina siendo un espacio marrón y contaminante.
También es frecuente un aumento de la dispersión urbana debido a la rápida inmigración hacia las ciudades de gente proveniente del campo que forma comunidades, de manera formal o informal, y que contribuyen al aumento de los cordones de pobreza urbana, como de Ciudad Nezahualcóyotl. Estos inmigrantes se enfrentarán (y contribuirán) a una infraestructura fallida, escasez de servicios públicos y espacios públicos, viajes largos al trabajo, entre otros retos.
Ambas formas de dispersión urbana tienen efectos desastrosos en el medio ambiente, la calidad de vida y el capital social de una ciudad. Ambas implican largos traslados al trabajo con mayor contaminación. Ambas alejan a la gente de los centros urbanos más dinámicos, innovadores y con más acceso a servicios públicos y privados. Ambas contribuyen al aislamiento en enclaves de gente similar, disminuyendo el entendimiento y la integración con el resto de la sociedad.
La dispersión urbana señala una falta de gobernanza adecuada, que no planea una expansión con mayor densidad poblacional, ni brinda servicios necesarios u oferta de viviendas dignas para una población creciente. Se podría revertir la tendencia si se fija como objetivo aumentar la densidad, eliminando incentivos a viviendas unifamiliares que innecesariamente utilizan grandes espacios de terreno, y promoviendo programas de viviendas sociales, eficiencia en los servicios públicos y de transporte, así como una planeación que dinamice los centros urbanos.


4. Devolviendo espacios públicos al ciudadano


En Culiacán, capital de uno de los estados más violentos de México, se ubica uno de los lugares más mágicos de América Latina: el Jardín Botánico. Cuenta con más de 1,000 especies botánicas (incluyendo un árbol que camina) e instalaciones de arte contemporáneo de los más importantes artistas de México y todo el mundo. Es uno de los mejores ejemplos de cómo se podrían recuperar los espacios públicos para uso y recreación de todos.
Pero es un ejemplo aislado. Durante décadas, los privados se han apropiado de lo público. Desde las playas privadas que no permiten el libre acceso de aquellos que no tienen casa frente al mar, hasta las comunidades cercadas que restringen el acceso y tránsito libre de personas en zonas seguras que no están amenazadas por la delincuencia. Desde los franeleros y conductores que se adueñan de espacios públicos de estacionamiento, hasta restaurantes que invaden calles y banquetas con la autorización y beneplácito de las autoridades.
La tendencia es a revertir esta “privatización” del espacio público, para que pueda ser gozado por todos. Esto es aún más importante en un país con tantos focos de violencia, desde ciudades tomadas por el narco y el crimen organizado, hasta cualquier colonia amenazada por la delincuencia común. Los parques, las vías amigables al peatón y ciclista y las instalaciones de arte, pueden crear zonas seguras y de integración para la comunidad.


5. Preparándose para lo peor en ciudades resilientes


El terremoto en Chile en febrero del 2010 fue tan fuerte que movió ligeramente el eje de la tierra. Y los efectos han sido muy costosos para la economía chilena, resultando en cuentas de aproximadamente US$ 30,000 millones. Sin embargo, la respuesta del Estado fue ejemplar. Usó en la reconstrucción un fondo soberano destinado a este tipo de desastres, más algunos impuestos, por lo que el impacto en la economía no fue tan negativo. Las estrictas reglas antisísmicas evitaron mayores destrucciones. La rápida reacción para la reconstrucción de viviendas, en estrecha coordinación con las comunidades afectadas, ha aminorado los efectos sociales y ha asegurado que, después del desastre, la calidad de vida se recupere rápidamente.
Pocas ciudades en economías emergentes están preparadas para estos desastres. Acapulco y muchas otras ciudades mexicanas no lo estuvieron para el huracán. En Haití la destrucción fue mayor y la reconstrucción tardará décadas. En un mundo donde el cambio climático nos presenta escenarios inciertos, es aún más importante la prevención y la capacidad de reacción.
En México, la resiliencia de las ciudades, es decir, su capacidad de prevención, adaptación y respuesta a desastres naturales deja mucho que desear. Es fundamental que diversas políticas públicas, desde el diseño urbano hasta las finanzas públicas, se anticipen a las tendencias del futuro para así encararlas con mayor eficacia. Desde construcciones más resistentes a los desastres, mayor densidad poblacional y menor consumo de energía, hasta la creación de sólidos fondos financieros y capacidades de reconstrucción, las políticas públicas deberán tener una visión y una aproximación a estos retos, mucho más holística e integral.


6. Ciudad fallida y fantasma, sin magia



Distintas ciudades del país corren el riesgo de convertirse en ciudades fallidas que poco tiempo después se convierten en fantasmas, como Ciudad Mier. Hace un par de años, el reconocido pueblo mágico fue escenario de un éxodo masivo por parte de sus ciudadanos quienes, al encontrar la situación de violencia incorregible y reconocer el fracaso de las instituciones e instancias de gobierno, tomadas por el narcotráfico, se vieron obligados a abandonar su lugar de orígen, emigrando hacia otras ciudades del país. La incapacidad del gobierno de proveer a sus ciudadanos servicios básicos, seguridad, fuentes de ingreso y garantías estipuladas por la ley, son sólo algunos de los indicadores de los Estados y las ciudades fallidas.
Detroit, situado en el norte de los Estados Unidos, una vez una de las ciudades más rica del país, declaró quiebra este año. Las razones por su caída son variadas, incluyendo la pérdida casi completa de su fuente económica más fuerte, la producción de autos. Ahora, Detroit está luchando para sobrevivir. Sus ciudadanos están desarrollando proyectos creativos formales e informales, tratando de atraer negocios para salvarla, mientras conllevan la falta de seguridad y servicios públicos que el gobierno, por una escasez de recursos, no puede otorgar.
Así, las ciudades decaen por situaciones extremas de falta de seguridad o viabilidad económica, y cuando un débil estado no puede reaccionar de manera rápida para revertir la situación.Además del fortalecimiento de esas instituciones gubernamentales, es importante contar con una sociedad civil integrada a la comunidad para fiscalizar y presionar para el Estado sí responda y asuma sus responsabilidades.


7. Comunidad tomando la ciudad


Los eventos de la Plaza de Taksim en Estambul nos recordaron que la ciudad es el espacio público por excelencia, la base de la democracia donde se concentra la gente y donde se expresan los derechos. Los estambuliotas tomaron las calles contra una decisión del alcalde de construir edificios sobre un parque del centro histórico. Lo que empezó como un movimiento para salvar 600 árboles, rápidamente se convirtió en una protesta generalizada contra el gobierno. El parque de Taksim se volvió así en un símbolo del derecho de los ciudadanos, y luego del país, para expresar su voz.
Las protestas en Brasil también partieron de un rechazo a una decisión urbana, el alza del precio del bus. Gente de Sao Paulo, Río de Janeiro y otras ciudades, se unieron contra una medida que afectaba su calidad de vida, y derivó en una crítica nacional contra las inversiones en eventos como la Copa Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, vistas como excesivas cuando el país carece de sistema de salud y de educación satisfactorio para la mayoría.
En menor medida, los graffitis de nuestras ciudades son recordatorios de lo mismo: el arte urbano es la expresión de la comunidad frente a la privatización de los espacios. Es la imposición física de la voz de los residentes sobre la ciudad y la prueba del poder de una resistencia de la comunidad frente a los desarrollos urbanos que aíslan a los individuos y desvirtúan la ciudad de su esencia comunitaria.


8. Educación tecnológica para ciudades innovadoras


Los capitalinos están orgullosos de esos servicios artesanales que le dan personalidad a la ciudad, desde el “gaaaaaas”, hasta los “ricos tamales oaxaqueños”. Pero, aunque no hay nada malo per se en la compra callejera de “colchones, tambores, refrigeradores”, su carácter informal, sí debería ser motivo de preocupación. Su falta de innovación, tecnología y profesionalismo en la limpieza de las calles, la recolección de la basura, la provisión de agua, entre muchos otros servicios en los que el ciudadano actualmente no puede confiar son solo algunos de los problemas que la informalidad de estas tradiciones implican. Y sí, esto también debería ser preocupación y responsabilidad de los privados, por ejemplo con un provisión más eficiente de gas.
Frente a una Ciudad de México anquilosada en el pasado, hay casos como el de Medellín, que ha buscado respuestas tecnológicas para atender las necesidades de sus residentes. Medellín ganó el título de “ciudad más innovadora” del mundo en el concurso City of the Year organizado por The Wall Street Journal y Citigroup. La ciudad, antes reconocida por su violencia, hoy lo es por su dinamismo, y mañana lo será por el distrito MedellinInnovation, una estrategia del gobierno para fomentar la innovación dentro de la población, gracias a un festival, una plataforma digital, un foro de ciudades innovadoras y un territorio físico dedicado a la innovación social, de negocio y estructural.
Un componente muy importante para tener una “ciudad inteligente” es el procesamiento y uso de big data (conjuntos de datos gigantes y de rápido crecimiento), importante para atender las necesidades de la vida cotidiana de los ciudadanos. En la Ciudad de México, el Laboratorio para la Ciudad es un espacio experimental para vincular la sociedad civil y las autoridades vía plataformas digitales. Un primer paso que deberíamos de reforzar con más tecnología y diálogo, así como lo ha hecho Zapopan y ha logrado interesantes resultados en términos de gobernanza, democracia y participación ciudadana.


9. Mejorando la salud a través de la ciudad


Caminar, hacer ejercicio y comer saludable en la Ciudad de México puede ser muy difícil. Aunque el diseño urbano ha mejorado con las Ecobicis y un moderno transporte público, todavía priman obstáculos al libre tránsito del peatón y el ciclista, y la falta de espacios verdes y sin contaminación atentan contra el deportista. Además, los queridos y tradicionales tianguis muchas veces tienen como protagonistas comidas poco saludables, fritas y grasosas, que suelen acompañarse de refrescos y bebidas azucaradas.
Esto no se soluciona solo con impuestos a los refrescos y a la comida chatarra, sino con un conjunto amplio de acciones que incluyen un diseño urbano adecuado y acciones a nivel de ciudad que promuevan la salud. Las ciudades deben de estar construidas para promover la “caminabilidad”, con vías dedicadas para los ciclistas, y espacios adecuados para el deportista. Además, es necesario promover la disponibilidad y asequibilidad de alimentos más saludables, usualmente más caros y difíciles de encontrar. Igualmente, se deben desarrollar zonas de uso mixto, que incorporen viviendas junto con comercios y centros de trabajo, de manera que se incentiva a los habitantes a caminar e interactuar más con sus alrededores.
Varias ciudades en Brasil, como Belo Horizonte, han tomado acciones fuertes para mejorar la salud de sus ciudadanos, como un programa para brindar comida saludable en las escuelas, algo que se está iniciando en México, y también mercados locales con alimentos a un precio justo. Esto logra una mejora en la salud pública y también constituye un apoyo a granjeros locales.


10. Una ciudad a nuestra altura, a escala humana


En América Latina tenemos a dos megaciudades: Sao Paulo y la Ciudad de México, que crecen rápida y confusamente, se vuelven monstruos de infraestructuras de tamaño desmesurado, horizontal y vertical. Y han habido diversos factores que nos llevaron a esto. Por un lado el movimiento modernista que concibió la ciudad como una máquina de vivir, separando funcionesde trabajo, de vivienda, de diversión, etcen el diseño. Por otro, la importancia desmesurada que le hemos dado al carro, algo particularmente cierto en la Ciudad de México, donde se invierte 86% del presupuesto al transporte urbano en el vehículo individual.
La dimensión humana en la urbanización se pierde en ciudades donde existen pocos espacios para que la comunidad interactúe.Escasez de espacios públicos y exceso de rascacielos en una ciudad aíslan de la comunidad y de los contactos que fomentan innovación yfelicidad; incrementan el individualismo, el miedo y la soledad urbana que tantos describen como síndrome de nuestras épocas modernas.
Para evitar esto y crear una ciudad que provee el bienestar de todos, las megaciudades del mundo deben encontrar un balance entre la necesaria densidad poblacional y la altura física, un logro viable con la promoción de carriles exclusivos para bicicletas, mejoras al sistema de transporte público y apoyo sólo a los proyectos de infraestructura de uso mixto que estimulen movimiento callejero. Avenidas amplias y alta disponibilidad de diversos espacios públicos hacen que la ciudad no se sienta tan superpoblada.


Esta entrada aparecio por primera vez en el blog de Ethos Laboratorio dePolíticas Públicas el 27 de Noviembre del 2013.
Autores: José Luis Chicoma (@JoseLuisChicoma) es el Director General, Carey Dunfey (@careylucia) y Marie Sorba (@sorbish) son Investigadoras de Desarrollo Urbano.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Esta contribución de Pablo Beytía forma parte de la discusión en línea de Wikiprogress


Santiago de Chile, un paradigma de segregación urbana

Pablo Beytía[1]
Director Centro de Investigación Social de TECHO Chile[2]

Santiago de Chile es un caso paradigmático de segregación urbana. Esta afirmación no se justifica únicamente por sus altos niveles de segmentación social[3] —que quizás hayan sido más evidentes en la Italia del siglo XVI, o lo sean hoy en el gueto estadounidense y las favelas brasileras—, sino que por su calidad de experimento político. Efectivamente, lo que hace única la geografía santiaguina de la pobreza y la exclusión urbana, es que fue en gran parte favorecida por un proyecto político neoliberal promovido y cedimentado desde una dictadura. La fuerza de este proceso fue tal, que incluso hoy sigue mostrando efectos y arrastrando limitantes importantes para la integración socioeconómica de la ciudad, lo cual demuestra que una política basada en la violencia física puede plasmar un tipo de fuerza más estructural e impercepcible, una violencia espacial, que se esparce y retroalimenta de manera visible, aunque enigmática, a través de todo el territorio y que hoy es muy difícil de socavar.

El origen de esta violencia espacial —aquella fuerza segregadora y estructurante del espacio urbano de Santiago— no se puede fechar con exactitud y seguramente sostiene raíces incluso en el período colonial. No obstante, sí se puede afirmar con certeza que, desde mediados de la década de 1970, se desarrolló en Chile una transformación política que potenció el impacto de esta fuerza segmentadora. Se puede declarar esto, debido a los efectos que tuvo la incorporación política de dos importantes medidas habitacionales.

Primeramente, en 1975 se diseñó y aplicó un nuevo programa de vivienda social basado en otorgar subsidios habitacionales a familias de bajos ingresos, las cuáles devolverían al Estado, en el largo plazo, una parte del dinero por ellos invertido (Rivera, 2012). Con ésta política se favoreció la concepción de la vivienda como objeto de consumo (más que como derecho), limitando el actuar gubernamental al establecimiento de regulaciones o incentivos para la inversión privada. Posteriormente, en 1979, se promulgó una política Nacional de Desarrollo Urbano, la cual enfatizaba que el suelo no era un recurso escaso, permitiendo que las ciudades crecieran de forma espontánea según los vaivenes del mercado y minimizando la labor estatal de planificación urbana (MINVU, 2006).

Mientras la primera política tenía la intención de crear un mercado habitacional para la población más pobre del país —a partir de la gestación artificial de una demanda con recursos económicos—, la segunda eliminaba todas las trabas urbanas que pudiera tener este mercado. Con ambas medidas, el Estado se desligó en el mayor grado posible de su labor como orientador y garante de resultados políticos, limitándose a asegurar los medios para que exista un mercado autorregulado de la vivienda social.

Este modelo subsidiario y desregulado fue complementado con una decisión política que aceleró las dinámicas de segregación urbana. Dado el momento crítico que tuvo la economía chilena en 1982, el Gobierno optó por reducir la calidad máxima de las viviendas sociales, señalando que ellas no deberían superar los 45 metros cuadrados y no tendrían posibilidades de ampliación, diminuyendo también su equipamiento urbano (Rabi y Aguirre, 2001). Esta decisión terminó de sellar la soberanía de la racionalidad económica en las políticas de vivienda social: lo importante no fue el desarrollo humano, la calidad de vida, la integración social o la justicia, sino el logro de una relación costo/beneficio satisfactoria en el corto plazo. En otras palabras, el proyecto contemplaba la construcción de la mayor cantidad de viviendas sociales en el menor costo directo posible, sin considerar las enormes dificultades urbanas que estaba generando en el largo plazo, y por tanto, los costos indirectos que tendría la aplicación de esta política.

Efectos urbanos de una política subsidiaria y desregulada

Luego de que el Estado se transformó en “accionista”, más que en implementador activo de las políticas de vivienda social, principalmente han sido los mercados de suelo e inmobiliario los que han pautado la construcción masiva de condominios sociales en Santiago, que en la década de 1990 —ya en plena democracia— llegó a involucrar más de 130.000 departamentos. Tan fuerte ha sido el liderazgo de los criterios económicos en la implementación de políticas habitacionales, que actualmente el precio de suelo es un indicador muy preciso de la cantidad de proyectos de vivienda social que se han construído en las comunas de Santiago: mientras más barato es el terreno, más condominios sociales hay (TECHO Chile, 2013).

Esta relación insinúa algo positivo: las políticas de vivienda social fueron muy eficientes, dado que tendieron a construirse considerando el menor costo de suelo posible. El problema oculto, sin embargo, es que producto de la falta de planificación estatal se aglomeró a la población más vulnerable de la ciudad en sectores periféricos que, si bien casi por definición tienden a carecer de bienes, servicios y oportunidades urbanas, hoy —en parte también por esta misma aglomeración— manifiestan un sinfín de deficiencias en los indicadores de bienestar social. En efecto, aquellos lugares en donde se ubica la población más vulnerable de Santiago, hoy tienden a tener un mayor déficit en la calidad de las viviendas, menor cobertura de alcantarillado, electricidad y agua potable, altas distancias hacia servicios públicos indispensables, mayor analfabetismo, institutos educativos con menores puntajes en los exámenes nacionales, población con menos años de estudio y mayores tasas de desempleo (TECHO Chile, 2013).

Esta suma de factores —o dimensiones en que se desarrolla y potencia la segregación residencial— evidencian que el modelo de políticas habitacionales, fundamentado en subsidios y desregulación de mercado, tuvo muy deficientes resultados en cuanto al logro de integración social y económica en la población. En los hechos, este modelo tendió hacia la segregación urbana en las múltiples dimensiones señaladas.

¿Pero cómo sucede esto? En un primer momento, el mercado espontáneamente redistribuye a la población vulnerable hacia aquellos terrenos con menor precio de suelo, los cuales, hoy sabemos, tienden en Chile a concentrar problemas habitacionales, falta de equipamientos públicos, escasas oportunidades educativas y posibilidades de trabajo. En una segunda instancia, se potencian las diferencias de oportunidades entre los territorios con mayor y menor precio de suelo, debido al efecto que tiene la aglomeración de población con bajo capital económico, social y educativo. El resultado, es que la distinción espacial de Santiago —que antigüamente se asoció a la distribución de ríos, cerros y valles—, hoy se remarca muy claramente por distinciones materiales y de oportunidades urbanas; la población se separa fuertemente, además, por criterios socioeconómicos.

Añadido a este efecto segregador, la política habitacional subsidiaria y desregulada ha manifestado otras limitaciones importantes. Una de las más importantes, es que depende de la oferta inmobiliaria, que ha demostrado ser muy favorable a la construcción social en épocas de crisis económicas (por ejemplo, las crisis chilenas de 1972 y 1982), pero no tanto en períodos de abundancia monetaria. Ello ha hecho que en Chile actualmente se construyan menos viviendas sociales que las que el Estado está dispuesto a subsidiar, produciendo una crisis de oferta habitacional.

Hoy existe una alta demanda habitacional en el país (según la encuesta CASEN, el déficit cuantitativo de vivienda ha aumentado entre 2006 y 2011). Ello se corresponde con las decenas de miles de subsidios entregados anualmente por el Gobierno, pero no con el hecho de que la cantidad de construcción social viene disminuyendo en los últimos años. Este descenso se debe, en parte, a que desde 2006 la política de vivienda social se ha ido orientando crecientemente hacia a la calidad de la construcción y del entorno urbano —lo cual exige nuevos recursos y mayores períodos de trabajo—, aunque también al progresivo aumento del precio de suelo urbano, ya que éste povoca que el rubro inmobiliario tenga una baja disposición a construir proyectos sociales según el monto actual de los subsidios habitacionales.

Claves para reeorientar la política habitacional

La problemática presentada en este documento es bastante compleja y sería demasiado ambicioso tratar de proponer aquí las políticas necesarias para superar esta violencia espacial, que efectivamente se disemina y reproduce cotidianamente en Santiago.[4] Quisiera, sin embargo, resaltar dos ideas que creo muy relevantes para la discusión, dado que apuntan al fondo de la problemática.

En primer lugar, quiero referirme a los barrios ya segregados, que representan aproximadamente un 12,8% de la población del Gran Santiago (Atisba, 2010). En los próximos años debería aplicarse en Chile un plan importante de mejoramiento de estos territorios, pero abordando la problemática desde una lógica multidimensional, que no limite la aplicación política a una única perspectiva o ministerio público. Se necesitan soluciones múltiples, que consideren la estructura de la vivienda, pero también el espacio público, el transporte, los servicios urbanos y la seguridad ciudadana (Poduje, 2012). La regeneración de barrios debe darse, entonces, de una manera holística, que imagine la problemática a una escala de ciudad.[5]

Por otra parte, quisiera sugerir que es necesario un viraje de la política habitacional hacia un modelo que priorice la integración por sobre la eficiencia, lo cual implica una mayor regulación y planificación urbana (a pesar de las mejorías que se vienen efectuando desde 2006 en los decretos del Ministerio de Vivienda). Como orientación de este proceso, quisiera promover tres de los principios propuestos por TECHO Chile (2013): a) cada vivienda social debe situarse en barrios heterogéneos economica, étnica y socialmente, b) todos los condominios sociales deben estar cercanos a servicios básicos de calidad, centros de trabajo con suficiente empleabilidad y redes eficientes de transporte público y c) la génesis de cada condominio debe incentivar, en la población de origen, la mantención de vínculos cercanos y organizaciones vecinales.

Referencias bibliográficas
Aravena, A., J. De Gregorio e I. Poduje (2013). Vía rápida para reducir la desigualdad. Propuestas para revertir la segregación urbana en nuestras ciudades. Informe de políticas públicas, Nº 2.
Atisba (2010). Estudio Guetos en Chile. Atisba Estudios y proyectos urbanos. Santiago, Chile.
Beytía e Ibañez (publicación próxima). Barrios de vivienda social. Tres focos para revertir su deterioro urbano. Claves de Políticas Públicas.
Del Campo, C. y A. Tokman. 2013. Vivienda social integrada a la ciudad. Grupo Res Pública Chile (2013). 95 propuestas para un Chile mejor. Santiago de Chile: Grupo Res Pública Chile
MINVU (2006). Historia del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Obtenido en: http://www.minvu.cl/opensite_20061113164636.aspx
OECD (2013). OECD Urban Policy Reviews, Chile 2013. OECD Publishing.
Poduje, I. (2012). Blocks. La pesadilla de la casa propia II. Revista CIS, Nº 16.
Rabi, S. y B. Aguirre (2001). Trayectoria institucional de la CORVI. En A. Raposo Moyano. Espacio urbano e ideología. El paradigma de la Corporación de la Vivienda en la arquitectura habitacional chilena 1953-1976. Santiago: Ediciones Universidad Central.
Rivera, A. (2012). Historia de la política habitacional en el área metropolitana de Santiago. Revista CIS, Nº 16.
TECHO Chile (2013). Hacia un país con ciudades integradas. Diagnósticos y propuestas para las políticas de vivienda social. Santiago de Chile: TECHO.




[1] Director del Centro de Investigación Social de TECHO Chile. Profesor del curso “Segregación Urbana” en la Universidad Alberto Hurtado. Sociólogo y Magíster en Sociología, P. Universidad Católica de Chile.
[2] Las opiniones propias de este artículo son responsabilidad del autor y no corresponden necesariamente a las de las de TECHO Chile.
[3] Santiago fue identificada por la OCDE, en 2013, como la ciudad con mayor segregación entre los países que miembros de la organización (OCDE, 2013).
[4] Para conocer una amplia gama de propuestas, ver TECHO Chile (2013), Del Campo y Tokman (2013) y Aravena, De Gregorio y Poduje (2013).
[5] Una propuesta política orientada al transporte, espacio público y seguridad, puede verse en Beytía e Ibañez (publicación próxima).

viernes, 15 de noviembre de 2013

Calidad de Vida Urbana ¿Cómo hacerla una realidad?

“Calidad de Vida Urbana ¿Cómo hacerla una realidad?”
La importancia de las mediciones, la política pública y la implementación.


Ethos Laboratorio de Políticas Públicas, el Seminario Satisfacción Subjetiva con la Vida y la Sociedad (SAVISO) UNAM-IIS, International Transport Forum La OCDE Centro de México, OECD Public Governance, el Núcleo de Estudios Metropolitanos del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la PUC-Chile, Wikiprogress y Wikiprogress América Latina quieren conocer tu opinión sobre “Calidad de Vida Urbana”. Esta discusión en línea será una oportunidad única para discutir, intercambiar puntos de vista y mejores prácticas en esta materia. Se invita a los participantes a compartir los resultados de su investigación o sus propias experiencias. 
El debate empieza a las 09:00 del 21 noviembre hasta las 16:00 del 5 diciembre 2013 (GMT) y se centrará en las siguientes preguntas: 

1.  ¿Por qué es importante incorporar consideraciones de Calidad de Vida, Bienestar, Habitabilidad del Entorno y el “Derecho a la Ciudad” en la política pública urbana?
2. ¿Cuáles son los atributos de una ciudad habitable? ¿cuáles son sus características? (por ejemplo: parques; eventos sociales; transporte)
3.  ¿Qué indicadores deberíamos tomar en cuenta para evaluar la calidad de vida urbana?
4.  ¿Qué políticas públicas, programas sociales y estrategias de desarrollo urbano se llevan a cabo en América Latina con el propósito de elevar la calidad de vida de las personas?
5.  ¿Qué políticas públicas adicionales pueden realizarse para elevar la calidad de vida urbana? ¿A quién le corresponde realizar estas políticas?

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