Esta contribución de José Luis Chicoma y Ana Lucía Dávila forma parte de la discusión en línea de Wikiprogress América Latina (http://bit.ly/18oXTu4) "Políticas Públicas para el Buen Vivir y el Bienestar"
Políticas Públicas para El Buen Vivir y el Bienestar.
América Latina es una de las regiones más privilegiadas en el mundo. Rica en recursos naturales, capital humano y ubicación geográfica, la región contiene algunos de los países considerados los más felices del mundo y algunas naciones consideradas como las potencias emergentes del siglo XXI. Sin embargo, esta misma región, una vez considerada como el paraíso de los conquistadores europeos, hoy en día se ve aquejada por predominante pobreza, problemas de desnutrición, subdesarrollo, rezago educativo y una creciente brecha entre ricos y pobres que ha reducido significativamente su competitividad en las dinámicas del mercado global. En este sentido, la medición y el entendimiento total sobre la situación económica y social en América Latina es un reto constante que diversos indicadores e índices internacionales no han logrado enfrentar con eficacia. En los últimos años, la globalización y el desarrollo tecnológico han transformado a las sociedades latinoamericanas significativamente y han puesto de manifiesto la necesidad de generar indicadores prudentes y asertivos para comprender la realidad de los países latinoamericanos. Diversas experiencias han puesto de manifiesto la insuficiencia de valores como el PIB para entender la situación de bienestar de una sociedad. Un ejemplo destacado es el caso de México, país donde radica el hombre más rico del mundo y dónde en ciudades como Monterrey y el Distrito Federal se concentran poderosos y privilegiados empresarios. Aun cuando estos personajes representan un mínimo porcentaje de la población, sus enormes fortunas contribuyen a que, visto desde una perspectiva macro y general, basada en un promedio que parte de la suma del ingreso de todos los mexicanos para dividirse entre el número de habitantes, el PIB per cápita en el país parezca atractivo. Sin embargo, esta mirada al PIB per cápita no es un reflejo de la realidad en la que 45.5% de la población vive en condiciones de pobreza. Así, los países latinoamericanos (como el resto de los países del mundo) tiene la enorme necesidad de evaluar el desempeño social con indicadores complejos e integrales que tengan la capacidad de ofrecer una mirada clara a la realidad de sus sociedades.
Felicidad y bienestar: las prioridades del siglo XXI
Recientemente los estudios de la felicidad y la inclusión de ésta como eje central en el bienestar social han ganado gran popularidad y aceptación en índices internacionales, temas de investigación, publicaciones e incluso, en la elaboración de políticas públicas. La felicidad es una aspiración universal que rebasa culturas, religiones e idiomas y por ende, tiene una inminente importancia en toda sociedad.
Desde tiempos de Aristóteles, la felicidad ha sido contemplada en el desarrollo de las sociedades como un elemento de gran importancia. Posteriormente, su concepción como un tema de derechos y su inclusión en la ley se comenzará a gestar en tiempos de Thomas Jefferson, quien incluyó la persecución de la felicidad (“the pursuit of happiness”) como un derecho de todo ciudadano americano. Sin embargo, ha sido hasta décadas recientes que la felicidad comienza a figurar como dimensión e, incluso, como indicador de bienestar individual y social. En la década de los setentas los indicadores sociales como elementos para medir el desarrollo y el bienestar cobran gran auge y la perspectiva sobre estos temas se amplía frente a la crítica de los indicadores macroeconómicos y meramente cuantitativos. En 1972, Bután se convirtió en el primer país que considera la medición de la felicidad como una alternativa al PIB para la medición de progreso social. Con el concepto de “Felicidad Nacional Bruta” (Gross National Happiness) se da inicio al desarrollo de la “Economía de la Felicidad” (Happiness Economics), concepto que pretende establecer una relación entre el desarrollo económico y el bienestar social. Esta tendencia ha tenido gran resonancia en el mundo, tanto en naciones como en destacados organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas.
En décadas recientes, el interés por estudiar la felicidad y generar conocimiento sobre cómo se obtiene, cómo se mantiene y cómo se mide, ha dado lugar a un creciente cúmulo de material, indicadores e incluso teorías que buscan dar respuesta a estos puntos pero, de manera más importante, buscan servir de herramienta para la elaboración de mejores políticas públicas encaminadas al bienestar social. Índices como el World Happiness Report de la ONU y el Happy Planet Index son esfuerzos destacados para medir la felicidad de los países, aunque en ocasiones han demostrado que la felicidad no es producto exclusivo del desarrollo económico ni del contexto político de una nación. Por otro lado, cabe destacar un esfuerzo sobresaliente en materia de bienestar social: el Better Life Index de la OCDE. El éxito de su práctica, desde nuestro punto de vista, consiste en la consideración de múltiples variables que son actualizadas constantemente y consultan la opinión directa de los ciudadanos a través de su plataforma en internet y otras metodologías. La consideración de la percepción acerca del entorno en el que se desenvuelven las personas resulta el perfecto complemento para los indicadores objetivos y datos duros como el PIB. Aunado a esto, el Better Life Index reúne medidas internacionales comparables de bienestar en línea con las recomendaciones de de la Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi (reunida por Nicolás Sarkozy en 2011) que miden variables que otros indicadores de felicidad dejan fuera. Finalmente, las herramientas en línea que el índice contiene presentan la información de manera dinámica y sencilla, permitiendo un mayor entendimiento para sus usuarios. Asimismo, destaca la posibilidad de establecer comparaciones entre los resultados de cada país y de transmitir las opiniones individuales sobre lo que tiene mayor valor para cada uno en la vida. Por ende, este índice no sólo es complejo e integral, sino que ha considerado prioritaria la transmisión de información al ciudadano promedio y cumple con una labor docente que permite propagar los resultados con facilidad, incrementando su capacidad de impactar e influir en los procesos de generación de políticas públicas.
Aportaciones: complejidades y retos
El entusiasmo generalizado en torno al tema del bienestar y la inclusión de la perspectiva de felicidad han dado lugar a una cantidad significativa de aportaciones, indicadores y modelos que plantean una medición y recomendaciones para alcanzar ambos. Mientras la profundización en su estudio es un rasgo positivo de las sociedades contemporáneas, la gran cantidad de aportaciones, visiones y filosofías en el tema no han logrado producir un consenso entorno a la medición del bienestar y la felicidad. Si bien es cierto que algunos indicadores y variables suelen repetirse en múltiples aportaciones, también es cierto que la aproximación a estas en cada estudio suele no ser la misma. Por esto, consideramos que parte esencial del proceso de entendimiento del bienestar y la felicidad radicará en la capacidad de los académicos dedicados a su estudio de llegar a un consenso sobre la mejor manera de medirlos.
A) La necesidad de una visión integral
Al momento de elaborar una aproximación a un tema social, el principal reto es la selección de los indicadores y sus respectivas variables. Los temas sociales, por su naturaleza, son comprensivos, integrales y holísticos, por lo que la tarea de seleccionar dichos indicadores es compleja. En Ethos estamos convencidos de la importancia que tiene el entendimiento de las relaciones entre variables, contextos y actores para producir una aproximación integral a las problemáticas sociales. Partiendo de esta premisa, Ethos se dio a la tarea de elaborar una propuesta innovadora y creativa en el complicado tema de la pobreza en América Latina.
B) Índice Ethos de Pobreza
América Latina es una de las regiones en el mundo con mayores niveles de inequidad, así como importantes rezagos en su desarrollo. Si bien, los problemas en educación, salud, nutrición, servicios básicos e infraestructura asientan, extienden y prolongan la pobreza, en Ethos consideramos que estos factores constituyen sólo una parte de las necesidades de los individuos. Así, consideramos que la elección de vida, es decir, la libertad del individuo para elegir su manera de vivir, depende de las condiciones sociales, políticas y legales de su país.
El Índice Ethos de Pobreza (2011) tiene por objetivo ofrecer una visión comprehensiva para enriquecer el estudio de la pobreza a través de una medición multidimensional que sea acorde a la realidad de América Latina. Con esta nueva medición se pretende no sólo obtener un panorama más claro y realista sobre la situación de pobreza de los países latinoamericanos, sino también contribuir a una mejor toma de decisiones gubernamentales para abatir este fenómeno que tanto afecta a la región. El Índice considera elementos estructurales que pueden exacerbar o revertir la pobreza, entre los que destacan el desarrollo democrático de un país y la confianza en sus instituciones. Asimismo, consideramos que es necesario contar con instituciones que fomenten la confianza de los ciudadanos en ellas, por lo que es de suma importancia considerar a la corrupción como uno de los elementos esenciales en el estudio, considerando la relación que ésta guarda con la distorsión de programas públicos, desviación de los recursos y pérdida de eficiencia en la asignación de los mismos.
Siguiendo la metodología propuesta por Alkire y Foster (2007), el índice se construye a partir de dos componentes: Pobreza de Hogar y Pobreza de Entorno. La Pobreza de Hogar considera la carencia o satisfacción de ingreso necesario para acceder a una alimentación adecuada, educación, agua potable y servicios sanitario, material de las paredes, hacinamiento, combustible para cocinar y electricidad. Por su parte, la Pobreza de Entorno considera a 21 variables agrupadas en 7 dimensiones de bienestar: salud pública, instituciones, economía, democracia, seguridad pública, género y medioambiente. Los aspectos relacionados con entorno en el que se desenvuelven los individuos afectan de forma significativa la condición de pobreza de los mismos. En el índice se observa que la medición tradicional de pobreza refleja resultados que, en algunos casos, van en sentido opuesto, respecto a la medición de Pobreza de Entorno. Tal es el caso de Colombia y Venezuela. Este último, a pesar de mostrar una Pobreza de Hogar relativamente baja, el resultado obtenido en la Pobreza de Entorno, hace que este país retroceda posiciones en el ranking final. Por el contrario, Colombia muestra importantes desafíos en Pobreza de Hogar y, aunque su Pobreza de Entorno es también importante, ésta hace que el resultado final de este país sea mejor, así el país menos pobre en las dos dimensiones en el índice de 2011 fue Chile y el más pobre Bolivia.
El Índice Ethos de pobreza representa un esfuerzo hacia la inclusión de indicadores de entorno y de contexto que intentan reflejar elementos tanto objetivos como subjetivos, como la confianza de la ciudadanía en las instituciones y la satisfacción de los individuos con su entorno. Partiendo de esta visión holística e integral que intenta combinar tanto indicadores objetivos como subjetivos, considerando factores en el tema de la pobreza que otros índices no contemplan., Ethos propone el estudio del fenómeno del desarrollo de las ciudades y de los individuos dentro de estas como indicador de bienestar y de felicidad.
C) Urbanismo
Para 2030, 6 de cada 10 personas vivirán en ciudades, de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas. El mundo en el que vivimos se esta volviendo predominantemente urbano y esto inevitablemente plantea nuevos retos y problemáticas que inciden directamente en el bienestar humano y en el desarrollo social, económico e, incluso, político. En América Latina, el desarrollo económico acelerado en años recientes ha dado lugar a una explosión urbana que en su mayoría carece de planeación y diseño. La ciudad de México, por ser una de las más importantes y grandes del mundo, padece del caos inherente a la explosión demográfica, la falta de políticas públicas encaminadas al urbanismo y los profundos contrastes entre ricos y pobres.
Ethos ha identificado la falta una aproximación comprehensiva y transversal al tema del urbanismo y a las diversas problemáticas sociales relacionadas con el crecimiento y el desarrollo de las ciudades en México. Temas como la accesibilidad, la peatonalidad, la responsabilidad medioambiental, la nutrición y la sustentabilidad son solo algunas de las múltiples caras que los problemas relacionados con un urbanismo irresponsable plantea. Considerando la relación existente entre el desarrollo de la ciudad y el bienestar de sus ciudadanos, Ethos ha emprendido un proyecto de investigación que busca plantear una nueva perspectiva del urbanismo en términos de políticas públicas, donde el bienestar social, la felicidad y el desarrollo integral de los ciudadanos y, sobre todo, de las comunidades sean ejes esenciales.
D) Ciudades y felicidad
Debido a las inevitables tendencias mundiales de urbanización, las nociones de bienestar y felicidad en la ciudad cobrarán mayor relevancia en los próximos años y, por ende, será fundamental que las políticas públicas consideren los retos que plantea el desarrollo urbano, pero sobre todo, comprendan el potencial de las ciudades como focos de productividad, competitividad y desarrollo.
Así, considerar la vida dentro de las ciudades como eje de bienestar social y felicidad se vuelve indispensable para América Latina. Los indicadores de bienestar social del siglo XXI deberán contemplar el diseño y la planeación urbana como indicador de bienestar. Como ya varios indicadores lo hacen, será fundamental contemplar variables como acceso al transporte público, conectividad de la ciudad, medio ambiente y contaminación, espacios recreativos y áreas verdes, oportunidades para la formación de comunidades y participación ciudadana, acceso a servicios básicos, vivienda, infraestructura, seguridad, accesibilidad para adultos mayores y personas con discapacidades y caminabilidad, entre otros.
Sin embargo, la mayoría de los índices que contemplan el bienestar e incluso su medición específicamente en las ciudades, suelen ignorar el factor social de la naturaleza humana y de las ciudades, mismo que debe de ser incluido en cualquier perspectiva de bienestar en zonas urbanas. En nuestra concepción del bienestar social, consideramos que es fundamental entender a las ciudades como motores de energía compuestas por seres humanos, “las ciudades son librerías gigantes llenas no de libros pero de gente” (Alain de Botton), y concebir al bienestar de las ciudades como el combustible de este motor de productividad.
La vida en comunidad es un elemento central al hablar del bienestar social y la felicidad en zonas urbanas. Las ciudades son más que un cúmulo de personas que comparten un espacio físico en el que habitan y se desenvuelven. Las ciudades son organismos con vida y con movimiento, que crecen, evolucionan y se desarrollan entorno a las interacciones y conexiones de los individuos que las habitan. Las ciudades son lugares de intercambios y conexiones y un foco de población que genera ideas, mismas que se traducen en productividad. El bienestar de las personas incide directamente en esta dinámica que se tiene la capacidad de generar un ciclo virtuoso: A mayor bienestar, mayor productividad, mayor desarrollo y, por ende, mayor bienestar.
Para lograr este bienestar generalizado que da lugar a mayor productividad, es necesario que los individuos se conviertan en parte de una comunidad donde la convivencia sea armoniosa. El bienestar generalizado genera una convivencia que incide en un manejo positivo de la densidad poblacional que, a su vez, implica una gestión efectiva de espacio, tiempo e individuos. Partiendo de la premisa de que las ciudades son lugares de intercambios, interacciones y conexiones entre individuos y comunidades, y considerando la teoría de Aristóteles que establece que los seres humanos son sociales por naturaleza, y, por ende, parte importante de su felicidad proviene de las interacciones sociales que éste tiene con otros individuo, consideramos necesaria la inclusión de un indicador capaz de medir la cantidad de intercambios entre los seres humanos en la ciudad como un indicador de felicidad y bienestar social. Las ciudades deben entenderse entonces, más que como un conjunto de infraestructura física que permite la vida, como un conjunto denso de seres humanos que se relacionan, se estimulan, producen y se desarrollan.
Midiendo el bienestar en América Latina
En el debate de la selección de indicadores y variables para la medición del bienestar y la felicidad en América Latina siempre es importante considerar las ventajas y desventajas de la elección de indicadores objetivos y subjetivos. La medición y el estudio a profundidad de los problemas sociales, como se ha mencionado ya, por su naturaleza, serán complejos y holísticos y no se debe de perder de vista la posibilidad de caer en vicios comunes de indicadores ya existentes.
El sesgo, quizá es el vicio más recurrente en la elaboración de indicadores. La selección de los indicadores y las variables, la interpretación de las mismas y el entendimiento de los conceptos involucrados en estos, generalmente dan lugar a un sesgo inevitable entre las diferentes personas que colaboran en la realización del estudio. Así mismo, las diferentes interpretaciones, percepciones e incluso paradigmas de quienes elaboran la metodología puede sesgar los resultados del estudio. Debido a que no existe un consenso respecto al significado de una “buena calidad de vida”, no es posible realizar una medida o índice comprehensivo y sintético esta. La complejidad de los factores y los diferentes puntos de vista hace necesario construir una “taxonomía que ordene las dimensiones del concepto”, como sugiere Eduardo Lora en su estudio sobre indicadores subjetivos (2011).
Por otro lado, estos indicadores con frecuencia se enfrentan a la limitación que representa la particularidad de cada caso. Así, los estudios e indicadores que miden la felicidad y el bienestar no están exentos de la crítica que se ha hecho en repetidas ocasiones a los indicadores que miden la pobreza y a los programas de ayuda extranjera para el desarrollo: Cada país es único y enfrenta retos particulares, producto de sus características y contexto específico. Así, las fórmulas universales y las recetas generales se encuentran restringidas significativamente. El contexto de cada país es único, e incluso al interior del mismo se encuentran una amplia variedad de estos. Factores como el clima, el pasado histórico, la ubicación geográfica e incluso los patrones culturales. Organismos como el BID se han preocupado por estas características diferenciadoras y han introducido dentro de los indicadores de interés sobre la calidad de vida las variables de tipo “nacional”, que corresponden al contexto nacional o subnacional (estados, ciudades, etc.). Tales variables son, en su mayoría, objetivas y se dividen en: Políticas, instituciones y condiciones de vida material para su población. Sin embargo, dichas variables siguen siendo aplicadas universalmente y en algunas ocasiones no contemplan fenómenos particulares de cada país, estado o ciudad.
Finalmente, es importante resaltar la preocupación generalizada respecto a la elaboración y aplicación de indicadores que miden el bienestar. A pesar de la amplia literatura existente sobre el tema del bienestar y la inclusión de la felicidad como eje determinante en su medición, todas estas aportaciones enfrentan un reto de gran importancia: la traducción de sus hallazgos y recomendaciones en acciones concretas, o de manera más específica, en iniciativas de política pública. En este aspecto es importante resaltar el caso de éxito de Bután, dónde en la década de los setentas se introdujo la dimensión de Felicidad Nacional Bruta, misma que logró traducirse efectivamente en eje rector de diversas políticas públicas en el país, e incluso iniciativas internacionales. La resolución de las Naciones Unidas 65/309 (2011) denominada “Felicidad: hacia un acercamiento holístico al desarrollo” fue patrocinada por Bután y co-patrocinada por 68 países, y en 2012 la reunión de la ONU en Costa Rica tuvo como resultado el establecimiento de un Secretariado en Bután, apoyado por un grupo de trabajo de expertos internacional, con el objetivo de desarrollar un nuevo paradigma de desarrollo global.
Conclusión
Fuera de Bután y países con prácticas destacadas como Australia, Canadá, Francia y Reino Unido, en el resto del mundo aun hay mucho por hacer en el tema de la conversión de recomendación a acción y política pública, especialmente en América Latina. Además de la urgencia de asumir un paradigma de desarrollo humano que refuerce y ejerza las dimensiones del bienestar social y la felicidad, es fundamental el compromiso de los gobernadores hacia un gasto público eficiente y responsable, políticas públicas integrales, y la aplicación y consideración de indicadores capaces de medir el impacto de esto.
Dichos indicadores de bienestar deberán encontrar el equilibrio óptimo entre el uso de indicadores objetivos y subjetivos. Estos últimos no deben ser menospreciados, pues, por el contrario, la medición de variables subjetivas como la opinión, apreciación y percepción individual tienen el rol de complementar, refutar o cuestionar los resultados de las variables objetivas, lo que ofrece una percepción más completa de la realidad, así como la identificación de problemas de mayor profundidad y complejidad. En este sentido es valioso rescatar un ejemplo más de México. Este país tiene el gasto más elevado en educación entre los países de la OCDE. Si analizamos este indicador duro y objetivo, se tiende a asumir que sus niveles educativos son igualmente elevados, pero una mirada a la percepción de las personas sobre el sistema educativo mexicano, un análisis del futuro posible de quienes son beneficiarios del servicio y, el complemento de las vergonzosas pruebas de México en la prueba Pisa, permiten demostrar que México tiene la peor calidad educativa entre el mismo grupo de países. Así, la conjunción de ambos tipos de indicadores permite observar que hay un problema de fondo, más allá de lo que cualquier indicador por sí solo puede revelar. La corrupción, la ineficiencia y el sindicato de maestros son solo algunos de estos problemas que yacen bajo estos indicadores.
México no es el único país que es víctima de los sesgos y de la manipulación de los indicadores para representar una realidad que es más una fantasía. América Latina necesita generar un consenso, no solo entorno a la conceptualización del bienestar y la felicidad y la metodología para medirlos, sino también para introducir con carácter urgente y prioritario estos temas a nuestras agendas de políticas públicas. No debemos olvidar que América Latina no está exento del fenómeno de la urbanización y el crecimiento demográfico, por lo que la visión del bienestar y la felicidad deberán contemplar al diseño urbano y a la concepción de la ciudad como un cúmulo de interacciones humanas que generan productividad y competitividad en la elaboración de políticas públicas estructurales.
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José Luis Chicoma
joseluis.chicoma@ethos.org.mx
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Organización: Ethos. Laboratorio de Políticas Públicas
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