[1] La autora es Samuel Z. Stone Professor of Latin American Economics en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, EEUU e investigadora no-residente en el Center for Global Development y el Diálogo Interamericano en Washington, DC. Para contactarla: nlustig@tulane.edu.
domingo, 2 de octubre de 2011
Los ricos: invisibles en las encuestas de hogares de América Latina
[1] La autora es Samuel Z. Stone Professor of Latin American Economics en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, EEUU e investigadora no-residente en el Center for Global Development y el Diálogo Interamericano en Washington, DC. Para contactarla: nlustig@tulane.edu.
jueves, 29 de septiembre de 2011
Satisfacción con el Trabajo: Una dimensión fundamental del bienestar subjetivo
Eduardo Wills H[2], PhD
CSIKSENTMIHALY, M (1990) Flow, the psychology of optimal experience, Harper Perennial
CSIKSENTMIHALY, M (2003) Good Business: Leadership, Flow and the Making of Meaning, Penguin Books
Islam, G., Wills-Herrera, E., & Hamilton, M. (2009). Objective and subjective indicators of happiness in Brazil: The mediating role of social class. The Journal of social psychology, 149(2), 267-272.
Wills-Herrera, Eduardo, Islam, Gazi, & Hamilton, Marilyn. (2009). Subjective Well-Being in Cities: A Multidimensional Concept of Individual, Social and Cultural Variables. Applied Research in Quality of Life, 4(2), 201-221. doi: 10.1007/s11482-009-9072-z
Wills, E. (2009). Spirituality and subjective well-being: evidences for a new domain in the Personal Well-Being Index. Journal of Happiness Studies, 10(1), 49-69.
Wills, E (2011).La Felicidad debe ser un indicador del desarrollo, Portafolio, Sept.22
[1] Apartes textuales de este artículo fueron publicados en un artículo de este autor en Revista Portafolio, Septiembre 22 de 2001 bajo el título La felicidad debe ser otro indicador del desarrollo
[2] Es profesor titular de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia. Correo electrónico: ewh@adm.uniandes.edu.co
martes, 27 de septiembre de 2011
La Búsqueda de la Felicidad: ¿Podemos tener una economía basada en el bienestar?
martes, 20 de septiembre de 2011
Domínguez Trejo Benjamín; Tepepa Flores Li Erandi; Hernández Lara Dulce Guadalupe.[1]
La investigación psicológica ha logrado importantes avances sobre las conexiones cuerpo-mente y las modalidades en que nuestra vida social ejerce efectos rastreables en nuestros sistemas corporales y la salud (Cohen, 2004; Kiecolt-Graser, McGuire, Robles, &Glaser, 2002, Diener, Comunicación personal 2011). Sin embargo, los constructos sociales relevantes para la salud social (por ejemplo, el bienestar) continúan apoyándose predominantemente en un solo método: el auto-reporte verbal de los participantes (Somerfield & McCrae, 2000).
La excesiva confianza de los investigadores en el auto informe de síntomas psicológicos ha sido una problemática porque:
1. Los mismos síntomas pueden surgir de muy diferentes trastornos psicológicos.
2. Los informes de los síntomas pueden ser sesgados en función del contexto social (por ejemplo, debido a fines de auto-presentación o sobre reportar para lograr beneficios secundarios).
3. Las personas no pueden tener acceso mental deliberado sobre aspectos importantes de sus trastornos.
Cuando los auto-reportes no se complementan sistemáticamente con otros métodos de evaluación, el cuadro científico que se obtiene carece de dimensionalidad; depende de lo que piensan los participantes de ellos mismos y de cómo construyen su conducta social y sus relaciones. A pesar de que son dimensiones importantes, no muestran el fenómeno completo y las acciones derivadas pueden resultar en el mejor de los casos inocuas.
Por lo tanto, la investigación social de la salud se puede beneficiar ampliando la cobertura de la evaluación psicológica (Trull, 2007). La neuroimagen funcional y el monitoreo autonómico ofrecen importantes ventajas, es así como la medición de la Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca (VFC) puede considerarse como una herramienta psicológica que puede servir de apoyo para monitorear, de manera no invasiva, la función reguladora (Thayer y Lane, 2000). Una VFC elevada está asociada con un desempeño cognitivo aumentado (Johannes et.al, 2010). Examinar la covariaciòn de la VFC y de la actividad neural durante la emoción es importante debido a que:
1. Examinar la VFC durante la inducción de la emoción permite un examen más directo de la regulación neural de la VFC en relación a la emoción.
2. La evidencia indica que una red de estructuras en el cerebro median las respuestas emocionales (Phan et.al., 2002; Wager et.al., 2008).
Sin embargo se han reconocido las limitaciones de estas herramientas de monitoreo no invasivo (Raichle, 2008):
*La mayoría de sus métodos no miden directamente la actividad neural. En su lugar, utilizan medidas indirectas o “marcadores”: flujo sanguíneo, metabolismo de la glucosa, vaso constricción y vaso dilatación sanguínea periférica, etc.
*No logran identificar con precisión las fuentes originales de activación, relacionando esta activación con operaciones mentales o emocionales específicas.
La neurociencia social, un logro de los avances teórico-tecnológicos reseñados, representa un enfoque interdisciplinario para el estudio de la salud, los trastornos mentales y los fenómenos psicológicos, tales como la “anomia social”.
Anomia significa falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo que les sería necesario para lograr las metas de la sociedad (Camargo, 2008). Durkheim explico la anomia como un problema moral, estrechamente vinculado con el deterioro de los lazos sociales y el decaimiento de la solidaridad. Las situaciones de desigualdad social, pueden contribuir a mayores actos delincuenciales, bloquear el acceso a las personas o grupos a los recursos y a las oportunidades además puede aumentar la motivación para transgredir la ley (Parales-Quenza, 2008 & Santander, 2006). Las consecuencias de la violencia varían en su expresión e incluyen, sentimientos de impotencia, desamparo y desesperanza. Trastornos como la depresión mayor, la ansiedad generalizada, el estrés postraumático y la hipertensión. Esta última enfermedad se relaciona con un fenómeno conocido como hipoalgesia hipertensiva. Esta condición se distingue por que la presión sanguínea elevada presenta la característica de una disminución en la sensibilidad a la nociocepciòn/dolor (Edwards et al., 2007). En diversos estudios clínicos se ha reportado que los hijos de personas con hipertensión se perforan con más frecuencia y por tanto son quienes presentan una mayor resistencia ante estímulos dolorosos, es decir una disminución de la sensibilidad (Conde-Guzón, 2003).
Este estudio piloto tuvo por objetivo reunir evidencia acerca de la percepción de inseguridad en jóvenes con alguna perforación a través del fenómeno de hipoalgesia hipertensiva (menor actividad simpática y un estado emocional de tranquilidad). Dicho estudio fue realizado por estudiantes no graduados de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, con datos no publicados recabados en los meses de abril-mayo de 2011.
Método
Se convocó una muestra al azar de 10 participantes, con edades de 18 a 23 años, 4 de sexo masculino y 6 femenino. La muestra se dividió en grupo experimental, que lo conformaron jóvenes con alguna perforación, y el grupo control con jóvenes sin perforaciones. Se aplicó a los participantes la Encuesta de Percepción de Inseguridad realizada por la INEGI y adaptada para fines de este estudio piloto* y se les midió la temperatura periférica con el termómetro de cristal líquido: “Punto Stress” antes y después de contestar la encuesta.
Principales Resultados y Conclusiones
En el grupo control se presentó un ligero incremento en la temperatura después de haber contestado la encuesta, lo que indica que este grupo posee habilidades para relajarse. Aunque la temperatura del grupo experimental no fue significativamente mayor que la del grupo control, sí se observó una diferencia entre ambos grupos, así mismo la temperatura del grupo experimental siempre estuvo constante y por encima de la del grupo control.
Las calificaciones reportadas para el “siguiente año” en términos de seguridad pública en C.U fueron muy diversas. Sin embargo los jóvenes del grupo experimental pronosticaron que la seguridad seguirá igual mientras que la mayoría de los jóvenes del grupo control reportaron que la situación empeorará. Los participantes de ambas muestras reportaron percibir inseguridad más elevada en el horario nocturno.
Es relevante señalar algunas de las limitaciones que presenta este estudio. Consideramos modificar la encuesta aplicada, ya que falta indagar un poco más sobre aspectos como: si los participantes habían sufrido algún acto violento dentro de la universidad y que efectos tuvo en ellos.
También sería conveniente ampliar el tamaño de la muestra y poder hacer inferencias respecto de los jóvenes con perforaciones y su relación con una baja percepción de seguridad debido al fenómeno de hipoalgesia ya que, en el grupo experimental seleccionado, solo uno de ellos reportó ser hijo de padres hipertensos, lo que limita dar una conclusión acerca de este punto.
Este estudio piloto, documenta la importancia de su aplicación a mayor escala, ya que abriría un amplio panorama acerca del impacto psicológico que tiene en el bienestar de la población mexicana la percepción de inseguridad aunado al fenómeno de la hipoalgesia hipertensiva.
Sin embargo, debemos tener presente que la información sensorial entrante es a menudo ambigua, y el cerebro tiene que tomar decisiones durante la “construcción” de la percepción. Una de las funciones del sistema visual es decidir lo que está presente en el entorno local, resolviendo potencialmente la información sensorial ambigua en una percepción coherente.
El cerebro genera “códigos de predicción” probabilísticos sumamente resistentes a los errores (Nagarajan and Stevens, 2008), que de forma dinámica y no consiente anticipan el entorno próximo sensorial, y además pondera las alternativas de percepción sobre la base de esta predicción (Summerfield, et al.,2006).
La evaluación de un evento genera emociones negativas como el miedo anticipatorio. El proceso cognoscitivo de la predicción: “Pronostico Afectivo” (PA) reduce la incertidumbre. La evidencia científica y la experiencia clínica mexicana (Domínguez, 2007) sugieren que la predictibilidad reducida aumenta el dolor y el miedo, y está asociada con activación fisiológica elevada.
En otras palabras, una persona puede ser testigo de actos de criminalidad y aun así, cuando le piden su reporte verbal sobre su nivel percibido de bienestar, puede contestar que es 100% positivo, cuando su respuesta verbal es influida solo por sus expectativas, sin embargo, su respuesta verbal puede estar influida por la acción de las vías descendentes que involucran la modulación emocional.
Tomando en cuenta lo anterior y la actual relevancia en México de estos fenómenos, creemos conveniente profundizar en dichos estudios con el fin de realizar posibles programas de evaluación, preventivos y de intervención psicológica para contribuir a preservar la calidad de vida de la población mexicana y otras urbes.
Referencias.
Camargo, M. d. (2008). Análisis y revisión de las teorías de la anomia y la indefensión aprendida y su interrelacion como mecanismo de control social. México: Universidad Nacional Autonoma de México,Facultad de Psicología.
Cohen, S. (2004). Social relationships and health. American Psychologist. 59, 676-684.
Conde-Guzón, B. E. (2003). Hipertensión, reactividad cardiovascular ante el estrés y sensibilidad al dolor. Revista de neurología , 586-595.
Domínguez, T. B. (2007). La búsqueda de una “teoría útil” sobre el funcionamiento emocional humano en problemas de dolor crónico e hipertensión. Psicología y Salud. 17(1): 149-159.
Edwards, L; Ring, C; France, C.R; al´Absi, M; Mclntyre, D; Carroll, D; Martin,U. (2007). Nociceptive flexion reflex thresholds and pain during rest and computer game play in patients with hypertension and individuals at risk for hypertension. BiologicalPsychology, 76: pp 72-87.
Johannes, C.B., Le, T.K., Zhou, X., Johnston, J.A and Dworkin, R.H. (2010). The prevalence of chronic pain in United States adults: results of an internet-based survey. The Journal of Pain.VOL .11, No. 11 (November), pp. 1230-1239.
Kiecolt-Glaser, J.K., McGuire, L.,Robles, T., & Glaser, R. (2002). Emotions, morbidity, and mortality: New perspectives from psychoneuroimmunology. Annual Review of Psychology, 53,83-107.
Nagarajan, N., and Stevens, C. F. ( 2008). How does the speed of thought compare for brains and digital computers? CurrentBiology, Vol. 18 No. 17, pp756-758.
Parales-Quenza, C. (2008). Anomia Social y Salud Mental Pública. Salud Pública , 658-666.
Phan, K.,Wagner, T., Taylor, S., Liberzon, I. (2002). Functional neuroanatomy of emotion: a meta-analysis of emotion activation studies in PET and fMRI. NeuroImage16, 331-348.
Raichle, M.E. (2008). A brief history of human brain mapping. Trends in Neurosciences, Vol 32, No. 2, 118-126. doi:101016/jtins.2008.11.001.
Santander, A. C. (2006). Inseguridad ciudadana y anomia social desafían a la nueva ley de educación. Educación para la ciudadania. , 1-4.
Somerfield, M.P., &McCrae, R.R. (Eds.) (2000). Stress and coping research: Methodological challenges, theoretical advances, and clinical applications. American Psychologist, 55, 620-673.
Summerfield, C., Egner,T.,Grenne,M., Koechlin,E.,Mangels,J.,Hirsch,J.(2006) Predictive Codes for Forthcoming Perception in the Frontal Cortex. Science, 314, 1311.
Thayer, J.F., Lane, R.D., (2000). A model of neurovisceral integration in emotion regulation and dysregulation. Journal of Affective Disorders.61, 201-216.
Trull, T.J. (2007).Expanding the aperture of psychological assessment: Introduction to the special section on innovative clinical assessment technologies and methods. Psychological Assessment, 19, 1-3.
Wager, T.D., Davidson, M.l., Hughes, B.L., Lindquist, M.A., &Ochsner, K.N., (2008). Prefrontal- Subcortical Pathways Mediating Successful Emotion Regulation. Neuron, 59, 1037-1050.
[1] Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México
lunes, 19 de septiembre de 2011
Crisis económica internacional
Crisis económica internacional: lecciones para el debate latinoamericano sobre progreso social
Rubén M. Lo Vuolo[1]
La nueva fase de la crisis económica y financiera internacional que, con epicentro en los países más industrializados, se ha desatado en las últimas semanas, expone claramente cinco cuestiones de especial importancia para el debate latinoamericano sobre el progreso social:
1. La dependencia que tiene el modo de organización de nuestras sociedades con respecto al régimen de crecimiento económico.
2. La contradicción entre el “urgente” ajuste de corto plazo (que perjudica a los grupos más vulnerables) y sus supuestos beneficios de largo plazo (que se resume en la esperanza de retomar el crecimiento económico)
3. La prioridad que debe otorgarse al alcance y “conservación” de ciertos logros básicos para el bienestar.
4. La fragilidad del sistema de protección social organizado en base al empleo mercantil para garantizar el bienestar de las personas en economías globalizadas y sometidas a crisis recurrentes;
5. Los problemas de valorizar y contabilizar la riqueza por su (volátil) precio de mercado.
La crítica al crecimiento económico como medida del progreso social y objetivo de la política pública es uno de los temas más difíciles de incorporar al debate en América Latina por dos razones principales. En primer término, por la histórica volatilidad de los ciclos de crecimiento en región; de hecho, cuando se habla de falta de “sustentabilidad” en la región se alude a la imposibilidad de “sostener” una tasa máxima de crecimiento por un largo tiempo. La segunda razón es coyuntural: la actual fase de crecimiento en algunos países ha reavivado una visión optimista acerca del círculo vituoso que puede desenvolverse entre crecimiento, empleo y bienestar. Difícil plantear que el crecimiento económico y sus costos es un problema a resolver cuando en los países industrializados lo ven como una solución a la actual crisis y en América Latina como la explicación de ciertas mejoras económicas y sociales en los últimos años.
El crecimiento económico no es sólo una estrategia económica sino también política que ha sido adoptada por países centrales y periféricos. El crecimiento económico es hoy una medida de performance de los gobiernos, en tanto genera la ilusión de que “todos ganan” y alivia así el conflicto derivado de las desigualdades económicas y sociales. La crisis pone en cuestión esta apuesta y permite discutir esta estrategia. ¿Es racional tener como objetivo una una tasa máxima de crecimiento económico o más bien el objetivo debe ser evitar, administrar y controlar las “crisis” recurrentes que caracterizan al régimen de crecimiento económico vigente?
Lo anterior nos remite al segundo punto. La crisis pone de manifiesto la importancia de otra cuestión central para el debate del progreso social: la contradicción entre corto y largo plazo. Es común plantear esta contradicción oponiendo al consumo presente la necesidad de revalorizar el ahorro, la inversión y la atención sobre el desgaste y la degradación de los recursos necesarios para la vida de futuras generaciones. Este planteo se debe matizar a la luz de lo que se observa claramente con la crisis de este régimen de crecimiento económico: tarde o temprano el ajuste recae sobre el consumo de los más desaventajados que son los que se ven forzados a generar el ahorro necesario para pagar las deudas acumuladas en la fase de auge.
De aquí se sigue el tercer punto. La crisis expone que el progreso social no es sólo crecer ni tampoco ahorrar, sino hacerlo de un modo que permita contemplar la prioridad de garantizar y “conservar” niveles básicos de consumo. El progreso social no es un ideal de llegada de largo plazo que obliga a postergar el consumo presente de ciertos estándares básicos, sino que los mismos deben considerarse como inversiones imprescindibles para el futuro. Esto incluye evitar que el ajuste frente a las crisis recaiga sobre el consumo de los más desaventajados, problema sobre el cual América Latina tiene mucha experiencia y que hoy se manifiesta claramente en los países centrales.
La crisis también pone en evidencia lo que señalan los estudios acerca de cómo medir el progreso social: los promedios dicen poco y la desigualdad es una dimensión central en la reformulación de los indicadores. La crisis expone claramente que con el actual modelo de crecimiento económico, el ajuste recae sobre el consumo presente de los más necesitados mientras persisten irritantes privilegios de consumo y ahorro de los más favorecidos. Más aún, los grupos más aventajados llegan incluso a beneficiarse con la crisis al tener la posibilidad de especular con el vertiginoso y oscilante cambio de valores de activos y pasivos.
En cuarto lugar, la crisis muestra la fragilidad de la organización del régimen de protección social sobre la endeble base del empleo mercantil. La reducción del empleo y el empeoramiento de su calidad son componentes reiterados de cualquier programa de ajuste frente a la crisis. En los regímenes económicos actuales, el pleno empleo, y sobre todo el pleno empleo en condiciones “decentes” (por usar un término muy difundido) es una utopía que sólo sirve para alimentar esperanzas infundadas de alcanzar progresos individuales. Lo que se vende como un camino para liberar energías creadoras del ser humano, en los regímenes actuales de crecimiento económico para muchos se ha vuelto un instrumento de opresión. Más aún, cuando la alternativa a las condiciones indignas que ofrece el mercado de empleo es la indignidad de los programas asistenciales que manipula el poder político de turno. Aquí se ve claramente otro punto crucial para el debate sobre el progreso social: no sólo importa el acceso a ciertos elementos que garantizan el bienestar de las personas sino también los procedimientos. Tal como están organizadas hoy nuestras sociedades en base al ideal utópico del pleno empleo, el acceso al empleo y a los beneficios de los sistemas de protección social para gran parte de la población significa la pérdida de grados de libertad, de autonomía y de emancipación personal.
La difusión de programas asistenciales para aliviar los efectos de la crisis no resuelve el problema, en tanto están organizados en base a condicionalidades que transfieren la responsabilidad y obligan a las personas a cumplir requisitos que los estigmatizan e involucran en mecanismos de control social. Esto es más grave en América Latina donde abunda el trabajo para la auto-subsistencia y también el trabajo gratuito (predominantemente femenino). La crisis expone crudamente que no todo el trabajo es reconocido por el mercado de empleo, como así también la necesidad de reformular un sistema de protección social organizado sobre el “derecho del trabajador” y no sobre el “derecho de las personas”.
Finalmente, la crisis también pone de manifiesto la insuficiencia del sistema de indicadores disponibles para contabilizar las actividades económicas y sociales. Los sistemas de indicadores y de contabilidad no están adaptados para prevenirl las crisis ni para valuar adecuadamente las diversas actividades que generan riqueza (material e inmaterial). El sesgo actual que privilegia la contabilidad de los flujos corrientes sobre los “stocks” y que mide sólo algunas actividades cuyo precio se refleja en los mercados no es útil para reformular el contenido del progreso social. Hay una urgente necesidad de reformular los sistemas de estadísticas para poder ponderar el “progreso neto”, entendido aquí como una suerte de contra-balance entre lo que se crea y lo que se destruye, entre los flujos y los stocks. Pero también para incorporar el valor del trabajo que no se transa en el mercado.
Sin embargo, hay que tener cuidado con violentar el sistema de “partida doble”. Lo que se suma o resta de un lado de la ecuación, debe tener una contrapartida adecuada. No se trata sólo de restar, por ejemplo, el valor contabilizado de los gastos militares, sino también de considerar el impacto de esa sustracción en el empleo y los ingresos del trabajo en esas áreas. Lo mismo puede hacerse con contabilidades más cualitativas, como por ejemplo el progreso bruto de la construcción de autopistas y automotores para que algunas personas se trasladen, se debería contraponer con las emisiones de carbón y la ausencia de transporte público de alta calidad.
En síntesis, la actual fase de una crisis todavía irresuelta desnuda crudamente la necesidad de discutir los contenidos del progreso social. América Latina debería “aprender” de la crisis y no persistir con regímenes de organización económica y social basados en el reduccionismo que pone al crecimiento económico como objetivo dominante y excluyente de otras prioridades. Los elementos que entiendo imprescindibles para ello son:
1. Discusión de la preferencia de la tasa máxima de crecimiento económico por un crecimiento más armónico y estable que disminuya las probabilidades de crisis profundas.
2. Reconsideración del conflicto temporal entre el corto y largo plazo, con especial énfasis en impedir el ajuste del consumo preente de los sectores más favorecidos para generar el ahorro necesario para pagar deudas.
3. Prioridad de la garantía para toda la población de acceso a niveles básicos de consumo de bienes y servicios sociales de alto valor colectivo.
4. Reformulación de los sistemas de protección social basados en el empleo mercantil, pasando de los derechos del trabajador a los derechos de las personas independientemente de su situación laboral.
5. Reconsideración de los criterios de elaboración de indicadores y de registro de la contabilidad pública, para incluir indicadores que sirvan para prevenir las crisis, registrar trabajo y riqueza valuada inadecuadamente por el mercado, como así también beneficios y costos de los complejos procesos que dinamizan a las sociedades contemporáneas.
[1] Director-Investigador del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp, Buenos Aires) y Presidente de la Red Argentina de Ingreso Ciudadano (Redaic). Su último libro es: “Distribución y crecimiento. Una controversia persistente”. Para contactarlo: ciepp@ciepp.org.ar.